Difusión y estudio de la lengua española en Brasil 53- 91 63 08 08 Y 91 256 223 assessoriadele@gmail.com PROF. JUAN CARLOS LOZANO GUZMÁN
sexta-feira, 8 de fevereiro de 2013
domingo, 3 de fevereiro de 2013
PIEDRAS NEGRAS
Piedras negras
Hace tiempo que no veo ningún mensaje en el horizonte. Ni tan siquiera
alguno de los incendios fortuitos, la lluvia ácida o una lejana nube me hacen
soñar fugazmente, ni me dan alguna gota de ilusión con las que beban mis
cansados ojos o brillen las casi olvidadas
esperanzas de que pueda haber alguien más. Y aquellas islas siguen allí,
tan lejanas como siempre. Desde que mi ultra-ligero se quedó sin combustible y
tuve que aterrizar en esta maldita islilla no puedo pensar en otra cosa que en encontrar a alguien. No puede ser que solo quede yo. Desde hace
muchos días creo que el futuro no me traerá nada nuevo a esta playa. Son más de
treinta años de soledad desde que intenté aprovechar aquel descubrimiento del
hangar y el depósito de gasolina, olvidados en el polvoriento pueblo del desierto.
Más me hubiera valido quedarme quieto, pero tenía que intentarlo. No podía
seguir deambulando por aquellas carcasas de cemento sin vida.
El
menú de cocos: pasta de cocos, conserva de cocos, galletas de coco, coco salado,
coco dulce, licor de coco; lagartijas, serpientes, algún pajarillo enfermo, roedores, insectos y pececillos contaminados
no me sienta tan mal, continuo vivo. Creo haber conseguido alguna estabilidad
en estos años: una buena casa con vistas a este mar fétido, para otear ese
horizonte de sangre y a ese Dios en llamas, a ese sol dañino al que no puedo ni
nombrar para no quemar mi inútil lengua, desgastada de no usarla. Antes hablaba
sólo, hablaba de noche, en la penumbra de mi cueva, le hablaba al fuego… pero
decidí poner fin a esa locura. Ahora les hablo a ellos, a los animales que
consigo atrapar en las trampas que tengo distribuidas en todas las sendas. Pero
ellos no me responden y tengo que sacrificarlos antes de que mueran. Tan solo
aquel ruiseñor errante me acompañó durante algunos días con sus trinos antes de
desaparecer en el horizonte. ¿Qué habrá sido de él?
Conseguí canalizar y filtrar el agua que se condensaba en las hojas de
estas palmeras duronas y así consigo tomar una especie de té medio decente.
Ellas son mi ejemplo a seguir, continúan peleando por vivir y cuando parecen
muertas… un brote verde aparece semanas después diciéndome que continúan allí luchando como yo. Por eso
no termino de arrojar la toalla con los jodidos cocos. Son como el regalo de
una madre y aunque no me gusten demasiado, no les pongo mala cara.
Cada día controlo las trampas de las
veredas, recojo las ramas secas para la cocina y para la hoguera del mirador.
Siento como un cosquilleo especial cuando tengo que subir allí. Aunque no hable
con nadie, no renuncio a comunicarme… por eso son tan importantes esas piedras
oscuras que vomita el mar… Primero paso por la playa para ver si algún cangrejo
o algún pez cayeron en las cestas y rebusco esas rocas raras que se abren como
conchas y que llevan números inservibles. Eran una plaga, basura industrial,
pero ahora son mi pasaporte para conectarme con el mundo. Antes, parece que
toda la gente las utilizaba. Antes de que cayesen todos los satélites. Antes de
que se prohibiesen los ordenadores y los medios de comunicación independientes,
para obligarnos a todos a usar otros aparatos más nuevos, más avanzados. Eran
una especie de pin oficial, de chip, localizado en una de las orejas y que
servía para enviarnos noticias, músicas y órdenes. Un castigo. Siempre
estábamos controlados. El mío conseguí arrancármelo hace años… Ahora esas
piedras gastadas y oxidadas, una vez
secas, arden tan bien… producen un hermoso humo de colores, diferente y
denso que contrasta con el débil humo gris de los islotes que aún soportan el
avance impasible del podrido mar. En la hoguera del mirador, las piedras Nokia
generan una bola azul; las Motorola una bola negra; las Erikson una bola
roja... Cualquier humano que las vea sabrá que estoy aquí esperando. Pero son
ya tantos años sin ninguna respuesta, sin ninguna señal… que al parecer estoy
solo.
J.
Carlos Grey
Juan Carlos Lozano Guzmán
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